En septiembre de 1909, Roald Amundsen le compró cien perros groenlandeses a la Compañía Real de Comercio de Groenlandia, aparentemente, para realizar una expedición al Polo Norte, pero, en secreto, los utilizó para llegar al Polo Sur. Amundsen consideraba a los perros “herramientas de trabajo”. El explorador fue un personaje complicado que vivió en una época muy diferente, y llevó adelante su misión de modo compulsivo. Sus acciones, quizás, no sean compatibles con la perspectiva del siglo XXI, ni con la actual consideración para con los animales, en especial, los perros. Este artículo presenta los historia de estos perros de trineo basada en los dichos de Amundsen en sus libros, diarios y cartas, como así también artículos de diarios y las cartas personales de los miembros de la expedición. El artículo se centra en cómo los perros hicieron posible la expedición de Amundsen, y su contribución para que la humanidad descubriera la última parte que quedaba por explorar del planeta. Amundsen comenzó su expedición noruega junto con 97 fuertes almas caninas, las cuales fueron subidas a bordo del Fram cerca de la costa de Kristiansand en agosto de 1910. Entre nacimientos y muertes en la embarcación durante un viaje de cinco meses en dirección al sur, el número de caninos aumentó a 116 para la llegada a la Antártida. Tanto adultos como cachorros hicieron frente al agitado viaje del Fram por las aguas del océano, las altas temperaturas tropicales al pasar por el Ecuador, y el gélido invierno de la Antártida. Contando los nacimientos de los cachorros en el barco y en su hogar de la Antártida, la Base Framheim, el verdadero número de perros que participó en este importante momento de la historia se duplicó por encima de los 200. Sin embargo, luego de que, en un principio, hubiera criado y protegido a los perros, Amundsen comenzó a sacrificarlos durante la expedición, matando a aquellos que consideraba innecesarios o débiles, y acabando con los que ya habían servido su propósito. Amundsen empezó la travesía por el Polo Sur en octubre de 1911 junto con 52 valientes caninos, y volvió con 11, como resultado de un desgaste antinatural y forzado. Los perros rozaban lo famélico; a veces cuando eran alimentados, les daban la carne de sus camaradas caídos para que llenaran sus estómagos vacíos. Y a pesar de ello, todos los perros llevaron a cabo sus labores de forma brillante, aun cuando su recompensa fuera la muerte. Los perros de trineo fueron el corazón y el motor de la expedición al Polo Sur. El propósito de este artículo es arrojar luz sobre la población de perros, sus logros y sacrificios, y darles su debido reconocimiento y lugar dentro de la historia.